miércoles, 25 de junio de 2014

UN CUADRO A LA VEZ


Hace unos días, cuando era un jamón -como dice un amigo para referirse a los que están fuertes pero no están definidos-, decidí “ponerme para los cuadritos”. Es el término que cariñosamente se utiliza para definir los músculos del cuerpo, incluyendo los del abdomen.
Hablé con mi entrenador, gurú y sensei, César Ortiz, para que me dijera lo que iba a necesitar, sin imaginar que a 4 semanas de ese día iba a estar a varios cientos de kilómetros ‘8 …. de donde había iniciado. Ya había tomado la decisión de ponerme en eso y no había vuelta atrás.

Dentro de los cambios en la alimentación estaba la eliminación de raíz del refresco y el alcohol, excepto el vino…… el vino…. un hombre que no toma esa vaina. Yo nunca he sido ese gran bebedor, pero cuando me junto con los muchachos siempre hay un Barceló o una cerveza que hay que rendirle los honores, pero eso ya sería cosa del pasado. Ya me imaginaba en los lugares públicos contemplando una de mis opciones: un Gatorade, un agua o un jugo sin azúcar mi hermano, oiga que poema! Pero todo por obtener mis resultados.
Compré todos mis venenos, como se les llama a los suplementos, e hice una lista de los alimentos que iba a necesitar para empezar a bajar la barriga y el porcentaje de grasa. En el mercado de la Feria Ganadera compraría la mayoría de las cosas, donde un pollero en el ensanche Kennedy compraría la pechuga de pollo -con hueso, más adelante aprendería a deshuesarla-, el pescado lo mandaría a buscar a Boca Chica con uno de los 5 compañeros de trabajo que viven allá y a los asaltadores de los supermercados sólo les dejaría las latas de tuna, aceite verde y 2 o 3 cosas más. Comer saludable para este proceso buscando economía, en resumen.

El lunes le digo a César que estaba ready para empezar. Fire to the can!!! Iniciamos el proceso con rutinas de mucha intensidad, y mucho peso. Luego de las pesas, lo nuevo para mi: cardioHIIT, el infierno vestido de caminadora o de elíptica, dependiendo del humor de César de ese día, y de qué tan explotado me hayan dejado las pesas -a más explote, con más maldad me trabajaba-. Al final de cada rutina del gym, podía llenar una cubeta exprimiendo el t shirt. Sudaba más que el novio que entra al baño en la casa de la novia y no encuentra papel al final de la jornada.
Ya en el trabajo empiezan los relajos con mi comida, que "eso no es comida de hombre", que "y todas esas hojas?", que "y el arroz dónde está...?"….  y haciendo apuestas entre ellos del tiempo que voy a durar antes que me jarte de comer así y estar tan enfocado en el gym. Y yo callao.

En mi casa, mami, feliz porque yo me estoy preparando mis desayunos, meriendas, comidas, fregando todo lo que ensucio…. hasta el punto que hoy en día ella está comiendo lo mismo que yo y le está bajando a la comida con grasa. Pero, como siempre, “Melo, ya no te pongas más fuerte, mira eso brazo muchacho”. A mi hermana el primer día la puse a tomarme una foto para luego hacer el antes y después -claro, si en Instagram lo hacen, aunque sea negro, yo no me iba a quedar sin ese bultaso-.
 Llega el fin de semana y empiezan los coros y Satanás pasándome la cola sucia de romo por el lado. Ese sábado fue la primera vez, en la ya un poco larga historia de mi vida, que pido un vino en un Drink. Me lo tomé en un parque junto con Vanessa y Luis, quienes no pusieron resistencia y se bajaron su vino en su vaso plástico junto conmigo, como que la vida ya no vale nada.

El domingo lo hice un poco más hardcore y le caigo al Pollo en Krystal -discoteca under que está en el ensanche La Fé-. Cuando llego, tienen 2 Buchanans encaramao sacándome la lengua del largo de aquello. Y qué hizo este tolete de hombre???? Pidió un agua. Gracias. Yo sentía que hasta el DJ me estaba mirando raro. En fin, ni el Pollo ni Crópata ni Juan me dijeron nada, porque por lo regular cuando uno no está en bebida los amigos se molestan y le dicen dos vainas a uno, pero na, ellos también saben en lo que estaba y yo sobrio o con alcohol no es mucha la diferencia.
Llega la semana dos y tengo 5 días de vacaciones en el trabajo. Eso significa que tengo que ir al gym a la 1:30pm para darle con César que entrena a esa hora. Eso solo significaba que Belcebú arroparía mi ser y me dejaría en los huesos. Me encomendé a mi Señor Jesucristo esa semana y gracias a Dios solo fueron 5 días de vacaciones, porque quizás hoy este post no se estuviera escribiendo.

Han seguido pasando los días. Voy por la mitad de la semana 4. He bajado el porciento de grasa notablemente -de un 15.2% a un 12.7%- Creo que ya voy por 6 cartones de huevos hervidos. Ya no pido entre los dientes un agua o una ensalada cuando salgo a cenar. Me siento mucho más saludable. Aunque no he aumentado notablemente las libras -de 172lbs a 176lbs- me veo más fuerte porque estoy más definido y seco. Las piernas, pecho y espalda me han mejorado bastante que son músculos malos que tengo, y es donde mayor atención debo poner.
La ropa es un problema porque al aumentar medidas ya no tengo camisas ni para trabajar, y los pantalones me pelan en la entrepierna, tendré que ponerme licras.

Fuera de lo que es la relación entrenador/entrenado, César inició a trabajar en el gimnasio Palace justo cuando yo me inscribí allá y hemos hecho ya una amistad de 4 años. Siempre está encima de mi escribiéndome por Whatsapp, diciéndome qué comer y qué no, un seguimiento tanto dentro como fuera del gimnasio. Aparte de todo, la mejor promoción que César puede tener es que la gente vea los cambios que ha hecho conmigo y se anime a que él lo entrene. De hecho, ya dos personas se han puesto en contacto con él después de hablar conmigo por los resultados que estoy teniendo.
Pero más allá de los suplementos, alimentación, rutinas, está la disciplina que he tenido desde que tomé la decisión de hacerlo. Todo está en la mente y si dije que iba para allá, que me esperen con la banda de música de los bomberos si quieren, que para allá voy.

Mi consejo es que si usted no tiene ánimos de ir a gimnasio porque se siente muy vago, porque eso no es para usted, por X o por Y, intente yendo un día a la vez, la rutina va haciéndose un hábito y ya después el día que no vaya hasta mal se siente. Yo empecé a ir al gimnasio junto con Jeancarlo hace como 11 años y puedo durar 2, 3 meses sin ir dependiendo qué tan ocupado esté, pero ya es un estilo de vida que se crea y no hay forma que se deje.